Muchos aficionados imaginan que, por su indiscutible talento, a Roger Federer se le ha dado todo fácil en el tenis.
Lo suponen porque el suizo ejecuta sus golpes sin esfuerzo, casi no transpira y da la impresión que levita en la cancha.
Pero la realidad es otra.
Hay mucho trabajo detrás de eso.
Cuando se aprecia que un golpe no demanda ningún desgaste, significa que se efectuaron miles de repeticiones durante largos años, para memorizar a la perfección ese gesto técnico.
“No entrenes hasta que un tiro te salga bien. Entrena, hasta que sea imposible que te salga mal”, parece ser el lema de los campeones.
Otro aspecto que me interesa abordar en esta columna, acerca de algunos errores que se cometen, se vincula a la frecuencia con la que se deben jugar puntos.
Los sets y partidos son siempre necesarios. No solo dos o tres días antes de un torneo.
No digo que los puntos acaparen todo el entrenamiento, pero creo que tienen que estar presentes de manera habitual, en menor o mayor medida según corresponda.
Algunos entrenadores le otorgan poca importancia a la volea, argumentando que sus alumnos juegan de fondo.
Yo pienso de otra forma.
Estoy convencido que si los jugadores no abandonan jamás la línea de base es, precisamente, porque no se sienten cómodos en la red.
Y es lógico que sea así.
Se trata de un aspecto que no dominan, producto que no lo practican con la periodicidad requerida.
No solo hay que entrenar la volea, sino que también la entrada a la malla, con sus respectivas variantes.
Cuando enfrentan a un adversario tenísticamente superior, muchos jugadores “fuerzan su juego”.
Es decir, procuran igualar la velocidad de los tiros de su oponente.
El problema es que intentan derrotar a su rival, llevando su juego a un nivel al que no se encuentran habituados.
Por lo general, pierden el primer set dignamente, lo que los lleva a creer que su planteamiento resulta adecuado.
Pero lo cierto es que no logran sostener ese rendimiento, durante todo el match.
Entonces, en el transcurso del segundo parcial se hunden de manera irremediable, a causa del cansancio provocado por un esfuerzo desmedido.
La fatiga ya no les permite mantener el peloteo con precisión, a una velocidad mayor que la acostumbrada y, por lo tanto, sus errores se multiplican.
Olvidan que a la pelota no solo se le puede imprimir potencia, sino que también existen otros recursos como la profundidad, el peso, los efectos y las trayectorias.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com