Hace un tiempo, el español Carlos Boluda anunció su retiro del tenis profesional.
Se trata del jugador al que una parte de la prensa especializada, bautizó como “el nuevo Nadal”.
Boluda dejó el tenis, sin haber cumplido las enormes expectativas que despertó en su momento.
La experiencia indica que, en estos casos, el fracaso no es solo responsabilidad del jugador, sino que obedece a múltiples factores.
A mi juicio, lo que tiene alta incidencia en el derrumbe de una joven promesa es la presión que la prensa, auspiciadores, padres y entrenadores ejercen sobre la persona a la que ven solo como un tenista talentoso, olvidando que se trata de un adolescente.
Además, los dañinos halagos desmedidos ante los triunfos, incrementan la vanidad de este competidor en formación quien, llegadas las derrotas, no sabe cómo gestionarlas, ni asimilar las críticas.
Otro aspecto que gravita, cuando un jugador virtuoso no alcanza las metas trazadas, es que no se indaga si se siente feliz en una cancha de tenis, si lo disfruta de verdad.
Se asume que sí, porque tiene éxito.
Sin embargo, éxito y felicidad no son sinónimos. No porque obtenga resultados sobresalientes en los torneos, el individuo se encuentra obligado a volverse un profesional de la disciplina que practica, si no siente auténtica pasión por lo que hace.
Lo que también ocurre con frecuencia, cuando un jugador exhibe condiciones sobresalientes y lo gana todo como juvenil, es que se adoptan malas decisiones a la hora de planificar el futuro.
Lo que sucede es que muchos pueden obnubilarse ante las victorias, partiendo por el propio competidor, que desea cumplir su sueño de convertirse en tenista rentado; el coach, al ver la posibilidad de adquirir mayor prestigio; los padres, que vislumbran una mejora de su situación económica; los auspiciadores, deseosos de obtener un pronto retorno de su inversión y un sector de la prensa especializada, siempre ávido de noticias que despierten el interés de sus lectores.
El promisorio deportista trata de dejar conformes a todos estos actores, ya que constituyen el sostén de su carrera. Pero ese intento resulta agotador en el aspecto psicológico, lo que influye en su rendimiento.
A una figura con un porvenir auspicioso, la rodea siempre mucha gente.
Pero cuando ingresa a la cancha, a enfrentar a su rival en un torneo, la soledad es su única compañía.
Y no tiene más opción que rendir, para satisfacer las expectativas propias y de los demás.
Quienes conforman su círculo cercano miran de afuera, sentados y a la sombra.
Desde donde el tenis parece fácil.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com