Hace diez años, cuando nació nuestro hijo Santiago, uno de los primeros regalos que recibió fue una pelota de esponja, de parte de Nano Zuleta. Por esos mismos días, otro amigo y entrenador de tenis, Carlos Marchant, le trajo tres pelotas: una roja, una naranja y una verde. “Esta es la revolución que viene en el tenis”, me explicó. El tercer “rey mago” fue Yogurt de Mora, que nos entregó una raqueta.
De ahí en adelante, se inició un proceso de inducción inconsciente en el tenis: la compañía de Santi a los partidos recreativos de sus papás, tíos y abuelos. Nunca hubo que pedirle que jugara, sino que se fue dando de forma natural.
Sin embargo, el aprendizaje y la experiencia de esta primera parte habrían quedado truncos de no haber sido por las primeras competencias, específicamente, las que le ofreció la organización de los torneos Tenis 10 por la familia Miranda.
Recuerdo que la primera vez que viajamos desde Viña del Mar a Santiago, en el 2012, hubo una convocatoria de más de cien niños, muchos de ellos alentados por la presencia de Fernando González que había acabado de retirarse.
Esa primera fecha, Santiago fue con su partner Loic Young, que debutó perdiendo 7-0/7-1 su primer partido, por lo que quiso retirarse del torneo, asegurando que no iba a jugar nunca más en su vida. Costó convencerlo para que volviera, pero valió la pena, y desde entonces casi no se perdieron torneo alguno. Al final de ese año, Santi jugó el master en cancha Naranja y Loic terminó primero en el ranking de cancha roja. Entre los dos se llevaron muchas de las copas, que se disputaron en cada una de las categorías entre el 2012 y 2015.
Junto con la evolución de los niños en las distintas etapas, fueron perfeccionándose las reglas, la organización de los torneos y lo más virtuoso del circuito, generándose un ambiente de familiaridad y amistad entre niños y padres que no existe en los campeonatos de mayores de diez años.
Este 2015 se cumple el primer ciclo de una generación que como Santi y Loic se inició en cancha roja, pasó a naranja y que ahora terminó en verde. Algunos de los que participaron en ese primer torneo (Carlos Gamboa, por ejemplo) recibieron de Fernando González, el galvano que marcaba su retiro de esta etapa. El mismo “bombardero” que les había dado la bienvenida, ahora los despedía invitándolos a una nueva experiencia.
Tengo fe en que la siembra de la familia Miranda se va a cosechar el 2025, cuando algunos de esta generación participen en el circuito profesional y nos representen en Copa Davis.
Aunque a veces uno lamente la poca difusión que tienen estos campeonatos, esto permite, como ocurre con las plantas delicadas, que al estar menos expuestos, se desarrollen mejor.
Fueron en total cuatro años, casi cincuenta torneos, muchos kilómetros en el cuerpo para los que somos de regiones, días de llanto y otros de mucha alegría. Mención aparte para los acompañantes permanentes, aquellos hermanos que soportaron pacientemente cada uno de los campeonatos.
Finalmente sólo me queda aprovechar mi experiencia como papá durante estos años para dar tres simples consejos a los padres que muchas veces se equivocan más por ignorancia que por maldad:
1.- No se olvide que no son jugadores de tenis, son niños que juegan tenis.
2.- No aplauda los errores y jamás festeje una doble falta.
3.- No recrimine a su hijo por la derrota, él ya tiene suficiente pena con perder.
Muchas gracias por esta gran experiencia.
Gonzalo Serrano del Pozo
Papá de Santiago
La primera foto es de la primera fecha de tenis 10, al costado izquierdo aparece Loic y al extremo derecho Carlos Gamboa.