Christian Garin está en el pináculo de una carrera que ya lleva varias temporadas pese a que solo tiene 22 años. La segunda raqueta nacional viene de ganar tres torneos Challenger -Campinas, Santo Domingo y Lima- que lo impulsaron hasta el selecto grupo de los 100 mejores del mundo.
Hace solo doce meses, el “Tanque” no habría soñado con este presente. Su carrera, que hasta entonces avanzaba a un ritmo lento, tuvo un abrupto desplome, llegando a colocarse 305° de la ATP.
“No la estaba pasando bien. Intentaba, pero no podía. Era como que había algo que me lo impedía. Sufrir es quizás una palabra muy fuerte. Hablando deportivamente, quizás sí. Lo que no pasa es que no estaba enfocado realmente en lo que estaba haciendo”, recordó en una entrevista concedida a la revista Sábado.
Si bien todo el mundo del tenis sabía que Garin tenía talento a raudales, también sabía que era inconsistente. Capaz de lo mejor y lo peor en un par de minutos. Se decía, por ese entonces, que no tenía cabeza para la élite. El recuerdo doloroso ante Horacio Zeballos es prueba de ello. El de Arica iba ganando con contundencia ante el número 72 del ranking en el Club de Polo, en 2016, pero dejó ir cuatro puntos de partido y acabó perdiendo. ¿Le costaba más jugar en Chile que en otro lado? “Sí. Me encantaba jugar la Copas Davis, pero sí me costaba en el comienzo”, admitió. La presión era abrumadora.
“Quería ganar a como dé lugar, pero no tenía un esquema de juego definido. No estaba lo suficientemente maduro para aceptar que también se puede perder. Yo me sigo poniendo nervioso. Quería darle una alegría a la gente que va a apoyar al tenis. Y a veces cuando pierdes, uno dice cómo se lo va a tomar la gente. Entonces me ponía más tenso”, agregó.
El joven tenista, que ya solo pensaba en jugar playstation, encadenó una mala racha y ya no podía disfrutar, no podía seguir así. Ya no sentía lo mismo que cuando arrancó en este deporte. Se enfrentaba a los mejores del mundo y no disfrutaba. “Yo me sentía muy seguro en una cancha. Iba convencido de que eso era lo que me gustaba desde que tenía 14 años. Y era muy competitivo. Si perdía me ponía muy triste y si ganaba muy contento. No manejaba muy bien eso”, contó.
Había que hacer un cambio. Dice que nunca pensó en dejar de jugar, aunque sí en partir de cero. Y así se fue, corriendo con todos los gastos que su decisión implicó, a Estados Unidos. “Económicamente no estaba muy bien. Me fui con mis ahorros a jugar. Me tuve que comprar ropa, raquetas. La ropa me la dieron. Pero yo me pagaba todo. Pagaba mi entrenador, cosa a lo que no estaba acostumbrado. No tenía ningún sponsor, ni de raqueta”, rememoró.
Garín arriesgó y ganó. Superó varias clasificaciones de torneos, se metió a la final de dos Challenger y se encaramó al 169° de la ATP. Sin embargo, no todo podía ser perfecto. Luego de siete meses, dejó de trabajar con Horacio Matta, un entrenador de tono áspero que le había dicho que tenía que ser más autocrítico. “Si no me hacía sentido algo que me decían, como que tampoco lo aceptaba tan bien”, reconoció el tenista, que se puso a buscar a alguien que lo comprendiera mejor. Y lo encontró: empezó a trabajar con el trasandino Andrés Schneiter, un tipo con fama de frontal. En poco tiempo, los resultados hablan por sí solos.
“Estoy aprendiendo a quererme un poco más. A ser menos autocrítico. Y empezamos a hablar de otras cosas. De otros temas. Que no me daba cuenta y no las tenía muy definidas. Me ayudó mucho. Llevamos tres meses y estoy muy contento con mi mejora. Andrés es muy psicológico. Nos decimos las cosas de frente. No estamos con vueltas. Me acuerdo de haber ganado el partido de semifinales en Lima, que tuve una actitud mala. Llevábamos 14 partidos seguidos ganados y aún así Andrés me dijo ‘no puede seguir esto, no estoy nada contento’. Me hizo abrir los ojos”, cuenta el 87° del mundo.
FUENTE: showsport.cl