Es extraño escribir luego que alguien gane un título sin siquiera ver un punto en toda la semana. Pero el caso de Bastián Malla creo que permite explicar varias situaciones que ha vivido en los últimos años para que todos los que siguen el tenis le den valor a lo que hizo esta mañana en Italia.
Me es imposible no recordar cuando Bastián Malla me dejó helado con una de sus respuestas luego de perder contra Nicolás Jarry la final de un Futuro en Talca el 2016. “El próximo año seré Top 100”, señaló con una convicción impresionante. Lo cierto es que aquella apreciación que el zurdo tenía fue motivada por un improvisado equipo de trabajo que de tenis, muy poco conocimiento poseía. Quizás él lo creía, pero con creer no basta.
Malla ha tenido muchos problemas en su carrera. Discusiones con rivales, jueces, incidentes en los que rompió más de una raqueta, descalificaciones y problemas familiares, entre otros. Y no hay que olvidar que apenas tiene 21 años.
Hablando de años, pasaron ocho de aquel chico que junto a Christian Garín y Sebastián Santibañez se coronaron como los mejores del mundo en la categoría Sub 14 en 2010. El futuro para los tres era muy auspicioso. Claro, en cierta parte -lo digo así porque no había que dejar de lado que no tenían más de 14 años-, a varios les llamó la atención ese logro. Quien llevó el peso fue Garín, después de ganar su primer partido ATP con 16 años y complicar a Jeremy Chardy en Viña.
Los años siguientes de Malla fueron un presagio de la inestabilidad que hasta hoy, ha tenido en el circuito y su carrera. Porque hay que dejar algo claro: por más que ilusione su performance en estos días en Italia luego de cinco meses sin siquiera pisar una cancha en un torneo profesional, no tapará, todavía, aquella irregularidad que presentó durante todas estas temporadas. Esta se plasma tanto en resultados, como inconvenientes fuera de la pista. Para quienes no lo recuerden, Malla no logró superar la barrera del Top 350. Y eso genera impotencia, porque el talento que tiene no se condice con los logros que ha obtenido.
Aún recuerdo cuando llevó al tercer set en Sevilla a Iñigo Cervantes, 75 del mundo en aquel momento. Quizás ganar ese partido hubiese marcado un quiebre, pero también sabemos que en el tenis, alguien le puede ganar al 1 y perder con el 200 en cuestión de horas. Lógicamente hoy está lejos de alcanzar ese nivel, pero también es cierto que esta semana despachó a jugadores con una posición notoriamente mejor. Tendrá que extenderlo con el tiempo, porque sino parecerá sólo como una buena racha. Ese será el gran desafío para él.
Por una u otra razón, Malla ha hecho mayormente un camino solitario. ¿Por qué? Básicamente porque no llevó consigo la presión de Garín y ahora, la que lleva Jarry. También porque por sus errores, tal como lo ha comentado en las últimas entrevistas que ha dado, le privaron de trabajar con la gente capacitada para las diferentes etapas de su carrera. Muchos no sabíamos qué pasaría con él. Se retiró unos meses, no tenía dinero para costear sus viajes, hizo intertemporadas que no tuvieron los resultados esperados, y en otros casos, no hizo pretemporadas porque la necesidad monetaria era mayor. Y claro, los resultados tampoco fueron los mejores.
Volviendo al inicio de este artículo, también recuerdo que reconoció aquella tarde en Talca que en ese momento sentía que disfrutaba jugar al tenis. Que le llenaba. Y eso era algo casi que anormal, según sus propias palabras. Pero lógicamente era un sentimiento corto, que tenía que ver con los bruscos cambios que atravesó en esos años tras Prostejov, donde se coronó con Garín y Santibañez. Varias lesiones lo alejaron y su cabeza no daba para más. Volvió en los torneos chilenos el año pasado, pero dijo basta otra vez.
Desde diciembre del año pasado no jugaba en el circuito. Al menos yo, de él solo sabía por los videos que subía a Instagram, donde mostraba intensos trabajos físicos.
“Estoy entrenando muy duro para meterme de lleno en el circuito. No quiero ir a hacer primeras ni segundas rondas, pienso ir a ganar los torneos, eso busco, meterme rápido”, dijo en una entrevista hace un par de meses. Y lo comenzó a demostrar esta semana. Los marcadores fueron elocuentes. En su interior, Bastián Malla debe tener más que claro que los Futuros son una asignatura más que aprobada, pero su posición no dice eso y lo obligará a tener que luchar varias semanas más para subir. Hoy, ni cerca está de ser sembrado siquiera, incluso, es más realista pensar en qualies de ese nivel.
No tengo dudas que superará esta etapa, pero el tema es dar el siguiente salto. El día en que el foco sólo esté en una cancha de tenis y no en lo que pase en su entorno, el antofagastino tendrá muchas más alegrías. Hoy lo que necesita es paz y trabajar en silencio. Porque los que son buenos hablan en la cancha. Y él es uno de esos.
Malla ganó más que un título. Ganó ilusión, confianza y, por sobre todo, el deseo de volver. Porque conseguir lo que uno se propone tranquiliza todos los miedos. Si vuelve a campeonar en el siguiente certamen que juegue, excelente, pero si no lo hace, que no pierda ese gustito de golpear una bola amarilla. Cultivar esas ganas será clave para poder levantar una copa nuevamente. Porque está claro que no será la última.
Por: Rodrigo Huerta
FUENTE: nofueancha.wordpress.com