Retirado ya de las competencias, Adrián García sigue ligado a la raqueta. Vive en Belgrado, Serbia, y su trabajo es entrenar a una familia de apellido Periae. Divide su tiempo entre los hijos del empresario Serbio, la Academia de tenis y su polola, Mila Petrovic. Después de más de 3 años sin viajar a Chile, volvió para asistir al matrimonio de su hermana.
“Un amigos mio, que es Dusan Vemic, ex entrenador de Novak Djokovic y actual entrenador de Milos Raonic, me llamó y me dijo que hbaía una pega disponible en Belgrado. Justo coincidió con que me estaba retirando. Era súper interesante y buena, así que llegué, agarré mis maletas y me fuí”, cuenta el oriundo de Concepción, quien llegó a ser el número 103 del ranking ATP el año 2004 y ganó 10 títulos de Challenger en su carrera (3 en singles y 7 en dobles).
– ¿Que te dijo tu familia cuando les contaste?
– Están acostumbrados a que esté viajando todo el tiempo. Dejé mi casa a los 17 años, cuando salí de Concepción y me fui a Santiago, a la casa de Jaime Fillol. Fueron diez años. Están acostumbrados a no verme, pero nos mantenemos siempre en contacto.
– ¿Cuál es tu trabajo en Serbia?
– Entreno a una familia, a los hijos de un empresario. Pero también salió la idea de entrenar a otros jugadores y tener una Academia familiar. Son las mejores canchas que hay en Belgrado. De repente van Djokovic, Tipsarevic, Troicki, Krajnovic y otros jugadores. Los ayudo cuando tengo un poco de tiempo. Pero lo principal es estar a cargo de la familia.
– ¿Que tal la gente allá, en relación a Chile?
– Están súper lejos, pero son súper cercanos. Son como latinos, pero con otro idioma. De hecho, allá se saludan con tres besos en la mejilla. Son amigables y abiertos. Todo va en base a la familia, así que en ese aspecto no me costó adaptarme.
– ¿Y el idioma?
– Hablan inglés, así que no he intentado aprender mucho serbio.
– ¿Lo que más extrañas de Chile?
– La familia, las costumbres, nostalgia de Chile, de las fiestas patrias y el asado.
– ¿Algún plato que te guste harto y que extrañes?
– Las empandas de pino fritas. No hay allá, me gustaría abrir un negocio, jajajá. La carne tampoco es la misma. Hay carne de vacuno, pero no hay cortes de lomo vetado, de esos que tiras a la parrilla. De hecho, llegué a Chile y me recibieron con un asado.
– ¿Que tal tu mes en Chile?
– Me recibieron súper. Eso sí, tuve que dividirme en pedazos. Mis hermanos viven en Santiago, mi papá en Concepción y mi mamá, que vive en Argentina, vino a verme también.
– Llegaste bien acompañado de tu polola ¿Cómo la conociste?
– Ella es serbia. Es mejor amiga de un amigo y pupilo que tengo en la Academia. Nos conocimos, empezamos de a poco y se dio.
– Imagino que no habla español.
– Si le hablas lento, entiende bien. Pero acá en Chile nadie habla lento, así que no entiende tanto. Hablan muy rápido y con modismos, jajajá.
– ¿Conocía Chile?
– No, pero le encantó la gente y los lugares, sobre todo San Pedro de Atacama.
La Competencia
– ¿No planeas competir en Seniors?
– No, estoy ciento por ciento enfocado en la Academia. Tampoco puedo estar escapándome aquí y allá. Me escapé a Chile para ver a la familia, pero para estar jugando torneo se pondría más pesada la mano.
– ¿Entonces ya no está en tus planes el tenis competitivo?
– No, pero igual intento mantenerme. Juego todos los días dos horas. También si alguien me invita a jugar. Eso me entretiene, la competencia y ver si todavía puedo, el estar probándome.
– ¿Eso es importante. Supongo que el tenis entra a la vida y no sale más.
– No, jamás me voy a retirar de esto. Me dio la vida que tengo y siempre voy a estar agradecido. Una vez cometí el error de preguntarle a Jaime Fillol cuando se había retirado, me miró y me dijo: “Cuándo, si nunca me he retirado”. Si uno es tenistas, es tenista toda la vida.
– ¿Aprendiste alguna nueva técnica viendo a los jugadores en Serbia?
– No. Genéticamente con mejores. Son todo altos, fuertes, tienen mucha más facilidad para los deportes. Son muy exitosos en basquetball, waterpolo, tenis y fútbol. Pero creo que ellos tienen que aprender un poco más de Chile, porque acá uno se rebusca más. La garra, la cabeza y el corazón. A ellos les falta un poco más de eso.
– ¿Has enseñado eso en la Academia?
– Sí, trato de inculcar el trabajo duro, porque los europeos son medio cómodos. Juegan dos torneos fuera de casa y ya se quieren volver, dicen que están quemados, que están cansados mentalmente. Nosotros cuando íbamos a Europa, estábamos allá por lo menos dos meses, porque los pasajes eran carísimos. Entonces uno tenía que esforzarse más, ser constante y duro de cabeza.
– Si pudieras reiniciar tu carrera, ¿que cambiarías?
– Haberme dedicado un poco antes, porque empecé tarde. Me vine a los 17 años de Concepción, pero antes de eso no entrené los suficiente que se requiere para llegar más alto. Estando en el colegio, salía a las cuatro de la tarde, entrenaba tres veces a la semana, una hora y media. Eso me pasó un poco la cuenta.
Fuente: Lun.com