Cuando se es profesor de tenis, por lo general se entablan vínculos armónicos con los alumnos que, a veces, derivan en una amistad.
El trato con quienes deciden aprender a jugar, o desean pulir su técnica, casi siempre resulta agradable.
Sin embargo, existen individuos cuyos comportamientos les crean conflictos a la mayoría de los entrenadores.
Algunos están convencidos que la hora de clase empieza, cuando ellos ingresan a la cancha.
Si llegan atrasados, no les importa e insisten en que su sesión debe desarrollarse en su totalidad.
No consideran que el profesor tiene más alumnos citados a continuación, que merecen respeto pues se esfuerzan por ser puntuales, y no tienen por qué comenzar su clase con retraso.
Por otro lado, están los que creen saber más que el entrenador.
Discuten y oponen tenaz resistencia, a gran parte de las recomendaciones técnicas y tácticas del coach.
¿Para qué buscan un profesor y toman clases, si ellos saben más?
Parece un contrasentido, junto a una pérdida de tiempo y dinero.
También figuran en esta lista de seres problemáticos, quienes se molestan cuando desean practicar, y el entrenador no cuenta con disponibilidad inmediata.
No conciben que no exista un espacio libre al instante para ellos, el día y la hora que les acomoda.
Por último, unos pocos se resisten a pagar la clase cuando faltan sin avisar, o no anuncian su inasistencia con la debida anticipación.
En ambas situaciones, el profesor no puede darle esa misma hora a otro alumno, ya que no cuenta con el tiempo necesario.
Por lo tanto, es justo que se cobre esa sesión.
Afortunadamente, los desagradables casos descritos se presentan de manera excepcional.
Pero hay que tenerlos contemplados y aprender a manejarlos.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com