Hace bastante tiempo que no tomo una raqueta para entrar a la cancha, y dar una clase.
Y como parece que eso no va a ser posible en el corto plazo, me he dedicado a reflexionar sobre varios temas, que comparto a continuación.
La existencia del “buen error”: Este término lo escuché en una capacitación. Y me hizo mucho sentido.
Si al jugador se le presenta la oportunidad de ser agresivo y falla atacando, para mí se trata de “un buen error”, porque el deportista erró leyendo bien la jugada, haciendo lo que tenía que hacer.
Entonces, fallar tirando un winner cuando lo amerita, no resulta grave. Sobre todo si hablamos de un junior.
Lo verdaderamente importante es que no se equivoque en esa misma situación más adelante, cuando se haya convertido en un tenista profesional, como dijo un reconocido profesor.
Nick Kyrgios afirmó que tener un entrenador era una pérdida de dinero: Desde su punto de vista concuerdo, porque él no considera ninguna sugerencia, venga de donde venga.
Sin embargo, si cambiara esa actitud, pienso que un buen coach le aportaría mucho.
Nadie puede mirarse la espalda.
Por lo tanto, se requiere la asesoría de alguien capaz de observar todo aquello que el jugador no consigue percibir, por sí mismo.
El entrenador también cobra importancia porque algunos entrenan mucho, pero entrenan mal, lo que agudiza ciertas falencias.
Escuchar y observar: Creo firmemente que un buen entrenador no se enfoca tanto en hablar, sino que en escuchar a su alumno.
El problema es que muchos piensan que si el profesor habla poco, o no grita con demasiada frecuencia para motivar, no está haciendo nada o demuestra poco entusiasmo.
Pero, según mi perspectiva, la observación y la escucha son dos facetas vitales para todo entrenador, que pretenda ayudar de manera integral a su pupilo.
Ambas habilidades se tienen que aprender y entrenar, ya que comúnmente existe menos destreza en esas áreas, que en la comunicación oral.
No importa tanto lo que el coach diga.
Lo realmente relevante radica en cómo recibe, y entiende, el alumno ese mensaje (si le hace sentido y lo potencia, o si consigue transferir al juego la instrucción dada, por ejemplo).
Para obtener esos datos, resulta necesario mirar con detenimiento al jugador; formularle preguntas cortas y precisas que permitan recabar la información requerida, y escuchar con respeto y cuidado sus respuestas, para extraer conclusiones que permitan adoptar decisiones adecuadas.
No siempre el que hace mucho ruido está haciendo un buen trabajo.
Para observar, escuchar y reflexionar se requiere permanecer en silencio.
Muchas veces, menos es más.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com