Como suele ocurrir en estos casos, nunca se sabrá con certeza por qué Cristian Garín, Gago, y Andrés Schneiter, el Gringo, separaron caminos recientemente.
Algunos afirman que incidió el desgaste de la relación, entre el jugador y su técnico.
No sería la primera vez que la rutina consistente en viajes, hoteles, entrenamientos y torneos socava la calidad de los vínculos humanos.
Otros, por su parte, aseguran que se trata de una apuesta de Garín.
Según ellos el tenista nacional buscaría un coach, que lo lleve a ubicarse entre los diez mejores del mundo.
Desconozco las razones del quiebre.
Puede que el desgaste haya influido, o que el chileno necesite un entrenador con diferentes características para alcanzar sus metas.
Tal vez, se trató de una mezcla de ambas situaciones.
Lo cierto es que Garín quería un cambio y lo concretó.
Esto me recordó lo que he leído respecto a un tema complejo como el cambio, información que compartiré en las siguientes líneas.
El mejor tenista criollo de la actualidad se atrevió a introducir modificaciones. Y eso siempre hay que celebrarlo, ya que requiere valentía.
El mundo se encuentra lleno de personas que no toman decisiones por miedo al futuro, que pasan sus vidas en trabajos que detestan, o mantienen vínculos poco saludables que no se animan a cortar.
No se crece, ni se progresa al permanecer en la zona de confort. Ahí nunca hay nada nuevo y todo está bajo control.
Por eso, generalmente lo bueno les llega a quienes se internan en lo desconocido.
Ahora bien, el cambio siempre genera incertidumbre, que se traduce en temor.
Es normal.
Pero donde nada es seguro surgen posibilidades infinitas, entre las que figuran que las cosas pueden salir muy mal, o muy bien.
El problema radica en que tendemos a esperar solo lo negativo, no lo favorable.
A lo mejor Garín no sabe lo que busca con exactitud.
Si eso fuera verdadero, lo relevante es que dio un primer paso fundamental para hallar esa respuesta, porque lo sacó de donde se encontraba.
No importa sentir miedo. Lo esencial es derrotarlo.
Cuando algo o alguien produce una incomodidad permanente, hay que moverse.
No somos árboles.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com