Fueron pocas las ocasiones durante 2021, en las que a Christian Garín se le vio contento en una cancha de tenis.
Cuando entrenaba con Andrés Schneiter, irradiaba mayor felicidad. Pero decidió dejarlo, para ponerse bajo las órdenes de Franco Davín. Con esa determinación, supongo que Gago buscó dar un salto de calidad, e ingresar al selecto grupo compuesto por los diez mejores tenistas del mundo.
La verdad, no sé si hizo bien o mal al romper con Schneiter, ni recientemente cuando abandonó a Davín.
Lo que sí tengo claro, es que se nos educa para ir siempre por más. La sociedad nos exige competir en una loca carrera por el éxito, aunque éxito y felicidad no siempre vayan unidos. Sin embargo, nadie nos explica eso. No se nos enseña a perder, ni menos a disfrutar lo que tenemos.
Entonces, pareciera que la felicidad siempre se encuentra en el futuro: cuando nos suban el sueldo; tengamos una casa; compremos un auto; adquiramos otra vivienda; invirtamos en un segundo auto, o cambiemos el que tenemos.
Nos venden la idea que en ese momento, sí seremos felices. El problema radica en que a medida que logramos esos objetivos, de manera sorpresiva la felicidad parece alejarse de nuevo, ante el surgimiento de otras metas.
Pienso que a Christian Garín le ocurrió algo similar: cuando no tenía puntos ATP, deseaba aparecer en el ranking; si estaba 500, quería subir al 100; al instalarse entre los 100, su objetivo fue entreverarse entre los 50 mejores y así.
Es normal y saludable tener metas. Pero el hecho de fijarse nuevas marcas de forma sucesiva, hace que la presión termine siendo insostenible. Lo mismo ocurre con un motor: si se lo acelera a fondo demasiado tiempo, se funde.
Este año, Gago quiso mejorar sus resultados, no lo consiguió, y sufrió por eso. Entendible. No obstante, olvida que lo hecho durante su carrera ya es extraordinario. No se trata de ser conformista, ni mediocre. Se trata de vivir con cierta sabiduría.
Creo que es bueno detenerse y vivir el presente, sin desear nada más por un tiempo.
Una de las causas del sufrimiento, según el budismo, es una mente llena de deseos. Se puede disfrutar lo que se tiene, o quejarse por lo que no se tiene. Garín debe escoger entre sentirse orgulloso por figurar entre los veinte mejores del orbe, o lamentarse por no ocupar un casillero entre los diez primeros del ranking.
Es su decisión.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com