Hace un tiempo, tuve un alumno que tomó clases, pues deseaba jugar tenis competitivo.
Su nivel era el de un principiante así que le expliqué, al comienzo de las sesiones, que la formación de un tenista provisto de todos los golpes, era un proceso largo y complejo.
Cuento corto, a los pocos meses abandonó los entrenamientos.
Me relató que pensaba que pasado ese período, bastante breve según mi opinión, ya estaría en condiciones de competir con éxito en los torneos lo que, por supuesto, no ocurrió.
Entonces, corroboré que el tiempo es algo relativo.
Para la mayoría de quienes forman parte de las nuevas generaciones un semestre, por ejemplo, constituye una verdadera eternidad.
Al recordar el caso descrito, me surgen muchas interrogantes respecto a qué sucederá en lo que concierne al tenis, cuando la vida vuelva a ser plenamente normal.
Casi todos estaremos marcados de algún modo por la traumática experiencia provocada por la pandemia, que nos demostró que la realidad y nuestras libertades pueden cambiar de manera drástica, en cualquier momento.
Por lo tanto, creo que el valor que se le asigna al tiempo se elevará, convirtiéndose en un factor con mayor preponderancia aún que en la actualidad.
Entonces, ¿cómo cautivaremos los profesores a los alumnos que, si antes ya querían todo rápido, en un futuro desearán esperar menos todavía para alcanzar sus objetivos tenísticos?
¿Podremos enseñarles de la misma manera, en que lo hemos hecho hasta ahora?
¿Cómo manejaremos, los entrenadores, la presión por obtener resultados casi inmediatos?
¿Cómo explicaremos que existen procesos que no se pueden, ni deben, alterar?
¿El tenis podrá mantener sus reglas?
¿O deberá adaptarse, y ofrecer una propuesta para que sus cultores lo practiquen, destinándoles menos tiempo a los partidos?
Son preguntas para las que no tengo respuestas.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com