Hace un tiempo, leí la siguiente frase: “El que dijo que lo importante no es ganar sino competir, era un perdedor”.
No estoy de acuerdo.
Y existe otra de temática similar, que asegura que salir segundo significa ser el primero, o el mejor, de los perdedores.
Por supuesto, tampoco estoy de acuerdo con la última aseveración.
Según esas afirmaciones, los tenistas que no son campeones de cada torneo en el que toman parte, no sirven para nada. No importa el esfuerzo, honestidad, buen juego, tolerancia a la frustración, disciplina, humildad y respeto que esos jugadores exhiban en la cancha.
Podría seguir varias líneas más, enumerando los valores que cultivan y demuestran quienes se atreven a competir. Sin embargo, para los que supeditan todo al triunfo, obviamente estas virtudes ostentan nula relevancia.
Si en un campeonato, existe uno solo vencedor, ¿qué deben hacer los otros participantes? ¿Retirarse del tenis? ¿Avergonzarse porque no se impusieron en todos los partidos? ¿Sentir que cometieron un error grave, pese a dar lo mejor de sí mismos?
Creo que una postura así de radical, en la que solo valen los torneos ganados, significa una presión enorme para cualquier deportista, la que daña su autoestima.
Triunfar siempre, o tener éxito eternamente, no constituye una meta realista, pues hasta los mejores sufren derrotas o fracasan.
Por lo tanto, me niego a creer que quien obtiene el segundo lugar en una competencia es el primero, o el mejor, de los perdedores.
Para mí, el vicecampeón es el segundo mejor tenista del torneo. Y tiene todo el derecho del mundo a sentirse un ganador.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com