“El tenis está hecho de errores”, es una frase tan cierta como antigua.
Todos nos equivocamos dentro de la cancha en la ejecución de los tiros, desde el novato absoluto, hasta el más eximio jugador. Lo que cambia entre un tenista y otro, radica en cómo se enfrentan esos yerros ineludibles.
Pienso que existen dos formas de comportarse ante los errores: tolerarlos o aceptarlos. Estos verbos parecen sinónimos, sin embargo no lo son.
Tolerar los yerros implica esfuerzo, frustración, desgaste, cansancio y enojo, ya que lo que se soporta es algo que estresa, y que nos gustaría que fuera diferente.
Quienes solo toleran sus errores, por lo general, son jugadores rabiosos, que desperdician mucha energía reclamando por sus equivocaciones.
A nadie le agrada que sus tiros vayan fuera, o a la red. Eso es un hecho. Pero si aceptamos que fallar es normal, y figura entre las posibilidades pues el humano no es infalible al ser imperfecto por definición, nuestro estado anímico será mejor a la hora de vernos las caras con los desaciertos.
Aceptar los yerros implica no resistirse, ni oponerse a lo que sucede, aunque no ocurra lo que deseamos. Esto permite mantener la paz interior, la mente en calma, lo que resulta vital para desplegar nuestro mejor tenis en la cancha.
Pero no solo a los jugadores les cuesta tomar bien las equivocaciones. He visto a profesores corregir a sus alumnos con fastidio. Esos entrenadores no aceptan los errores de sus pupilos. Los toleran. Si aceptaran esos desaciertos, no existiría la rabia que se expresa mediante su molestia.
Soy un convencido que realizar correcciones con enfado, no va a hacer jugar mejor al alumno. Si con ese método su rendimiento se elevara, aunque lo común es que pase todo lo contrario, no habría que saber mucho de tenis para ser un buen coach. Bastaría con tener un carácter proclive a la ira.
No es así.
Cualquiera puede ser rabioso, como yo lo fui alguna vez, pero no cualquiera puede enseñar.
Arturo Núñez del Prado
Profesor de Tenis
Periodista
arturondp@gmail.com