Me asombra que se piense que para Nicolás Jarry, volver a las competencias sea algo sencillo.
Muchos creen que por disputar torneos de menor envergadura, con rivales sin tantos pergaminos, el pupilo de Dante Bottini está obligado a ganar siempre.
Este jugador chileno dispuso de bastante tiempo para entrenar, antes de reinsertarse en los campeonatos.
Pero los meses alejado de los partidos oficiales, hicieron que perdiera el hábito de competir.
El temple y la concentración resultan esenciales, para un óptimo rendimiento deportivo.
Y ambos aspectos se adquieren y ejercitan, precisamente, compitiendo.
El deportista consigue gestionar la presión de manera adecuada, cuando la siente de forma periódica.
Por otra parte, Jarry estaba acostumbrado a pertenecer a la elite del tenis mundial.
Hoy, participando en certámenes más pequeños, el espigado tenista nacional se encuentra con oponentes que se juegan la vida al enfrentarlo, pues si lo vencen se anotan casi con seguridad el mayor triunfo de sus carreras.
A veces, esta clase de adversarios ejecuta tiros inesperados, que no son propios del primer mundo del tenis, o no dan ritmo, algo con lo que el nieto de Jaime Fillol debe familiarizarse.
A eso se suma que las competencias más modestas no ofrecen las mismas comodidades que los grandes torneos, donde se presentan los mejores del ranking ATP.
A Jarry le falta adaptarse a este escenario completamente nuevo.
Hay que darle tiempo.
Son muchas las variables que tiene que asimilar. Una vez que eso ocurra, su tenis volverá a fluir.
Paciencia.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com